Los socios comerciales de la región admiten que hay dificultades, como las trabas a las importaciones que impone la Argentina, pero afirman que el ámbito del tratado de libre comercio es el mejor lugar para resolver los problemas.
El Mercosur batía el año pasado su marca histórica de comercio intrarregional, unos 54.000 millones de dólares, pero el vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, uno de los dirigentes más críticos del bloque, decía que éste se encontraba en su «peor momento». Este año, en el que la Argentina ha añadido más barreras al intercambio con las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI) y en el que el crecimiento económico del país y de Brasil se desacelera, el comercio está cayendo dentro del Mercosur.
«Es verdad que hay dificultades», reconoció a LA NACION el canciller de Brasil, Antonio de Aguiar Patriota, desde Washington, el pasado miércoles. «Algunas son puntuales y resultan de factores coyunturales. Otras son inherentes a la propia dinámica de integración. Lo importante, sin embargo, es que, frente a todas las dificultades que surgen, la respuesta concertada de los miembros del Mercosur es siempre «más Mercosur»», se esperanzaba Patriota. Ese mismo día, el secretario ejecutivo del Ministerio de Desarrollo de Brasil, Alessandro Teixeira, admitía su preocupación por la caída de las exportaciones a la Argentina (23,2% en abril, con lo que acumula una merma del 11,7% en el primer cuatrimestre del año) y señalaba que a mediados de mayo viajarán a su país autoridades de Buenos Aires para desatascar el comercio. La negociación bilateral, muchas veces entre presidentes o ministros, se ha transformado en el método de solución de controversias en el Mercosur, en lugar de los mecanismos establecidos en el bloque, como el adormecido tribunal comunitario de Asunción.
«La causa de las barreras [argentinas al comercio] no es el Mercosur», declaró el canciller de Uruguay, Luis Almagro, a LA NACION antes de su viaje de esta semana a Madrid. El ministro quiere decir con esto que todos los países del mundo están afectados por las trabas argentinas. «El Mercosur es el que permite resolver mejor o peor esos problemas. Hay medidas que nos han complicado, pero se ha avanzado en las soluciones. Las comisiones [bilaterales] de monitoreo que hemos creado permiten un seguimiento [de los conflictos] con la Argentina y Brasil. Trabajamos los temas de integración en el máximo nivel», añadió Almagro. Su presidente, Mujica, ha viajado el mes pasado a Brasilia y Buenos Aires para reunirse con sus pares Dilma Rousseff y Cristina Kirchner para destrabar el ingreso de sus exportaciones a los dos socios grandes del Mercosur. Porque no sólo la Argentina impone trabas: Brasil también tiene las suyas, aunque más puntuales y sin levantar quejas por incumplimientos de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La apuesta de los líderes del Mercosur consiste en buscar otros lazos que unan a los cuatro países miembro (el quinto, Venezuela, sigue esperando desde hace seis años su incorporación, pero falta que el Parlamento de Paraguay la ratifique). Así es que la ministra de Industria, Débora Giorgi, dijo el jueves a LA NACION que, «para la Argentina, el Mercosur es parte de su identidad y circunscribirlo a su plano comercial es desconocer su alcance social, económico y político». Pasado mañana viajarán ella y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a San Pablo junto con ejecutivos de 400 empresas para promocionar sus productos. «Seguimos trabajando, creando las bases para que los empresarios desarrollen sus actividades de comercio e inversión recíproca -explicó Giorgi-. Aun cuando se lo mira desde esta óptica, el Mercosur es un mercado exitoso. Cuando el comercio intrarregional alcanza los 54.000 millones de dólares es lógico es que aparezcan diferencias, pero nada que opaque al Mercosur como proyecto político y de integración.»
El Mercosur del libre comercio que fundaron hace 21 años los entonces presidentes Carlos Menem, Fernando Collor de Melo (Brasil), Luis Alberto Lacalle (Uruguay) y Andrés Rodríguez (Paraguay) ya no corre más. Todos aquellos jefes de Estado conservadores han sido reemplazados por Cristina Kirchner, Rousseff, Mujica y Fernando Lugo. Las reglas de juego son otras. Ninguno de los cuatro presidentes actuales es amante de la liberalización a ultranza y por eso algunos ponen trabas y otros las aceptan.